DIA 2. La Habana , ciudad de contrastes.
Sábado 23 de julio de 2011.
La villa de San Cristóbal de la Habana , como así se llamó, fue fundada el 16 de noviembre de 1519 por el conquistador español Diego Velázquez de Cuéllar. Ahora es la capital de la República de Cuba y su ciudad más grande y conocida, principal centro económico y cultural del país, en la que conviven casi 3 millones de Habaneros.
Alrededor de las 9 y media de la mañana, bajamos a desayunar. El comedor del hotel Sevilla, era amplio y con mucha luz. El desayuno en general bastante bueno, café cubano muy rico, panes con mantequilla natural, bollería, embutidos, zumos, etc., que nos pusieron las pilas.
Sala desayuno hotel Sevilla |
A esa hora ya se notaba mucho calor. Después hicimos unas fotos por el lobby del hotel, muy grande con muebles de madera antíguos, plantas tropicales, azulejos de estilo andaluz. Grabamos en vídeo la fachada exterior que es preciosa, con detalles árabes, blanca y amarilla, muy bien conservada. Como anécdota nos dijeron que en este hotel se hospedaron Al Capone y Luky Luciano los famosos capos de la mafia italiana.
Lobby del hotel |
Lobby del hotel y recepcion al fondo |
Lo primero que nos llamó la atención es el olor a gasolina de los coches antiguos que son una pasada. Hay de todas las marcas y colores, cadillac, mustang, chevrolet de los años 50 con asientos de cuero, de todos los colores, joyas que ya no se ven en Europa. Los cubanos los reparan y miman como si fuesen reliquias y es que para algunos, son su medio de vida, taxis improvisados, para recorrer las calles de La Habana. Para mí, fue, una de las cosas que más me gustó de esta ciudad, la convivencia de estos “Almendrones”, así los llaman los cubanos, con el resto de vehículos. Le dan un toque de color y de nostalgia a esta Habana llena de contrastes.
Nos acercamos al patio andaluz, en el que estaba tocando en directo, una banda de tres cubanos, con maracas incluidas, cantaban canciones muy conocidas como “Guantanamera” y “A caballo vamos pal monte”. Nos sentamos a disfrutar de ese directo maravilloso y empezamos a entender la esencia y el sabor de Cuba, fue estupendo. Al terminar, pasaron por las mesas para que les dejáramos propina y así lo hicimos. Esta es una manera de sacarse el sueldo los cubanos.
Banda tocando y cantando en directo |
Patio y bar |
Patio |
Fuente y estatua del patio andaluz |
Además a las 11 horas habíamos quedado con el guía para comentarnos todo el tema de excursiones y visitas turísticas.
En La Habana , como por todo el país, puedes ir también por tu cuenta, Cuba es muy segura y para los que tienen un espíritu aventurero y los bolsillos algo justos, es la mejor opción. Nosotros decidimos en este viaje, no complicarnos mucho la vida y combinar excursiones organizadas con algunas visitas a nuestro aire. Como el sábado era el primer día, decidimos contratar la visita guiada por La Habana , para tener un primer contacto con la ciudad, con la agencia Cubanacan, en el mismo hotel.
Esta empresa y Habanatours son los dos touroperadores oficiales y estatales en Cuba. Todo pasa por ellos. Aunque tú vengas de tu país, con tu paquete vacacional contratado, por ejemplo nosotros lo hicimos con El Corte Inglés, al llegar a la isla, estas agencias se encargan de toda la infraestructura y logística, aportan los guías estatales y organizan todas las rutas, tanto en el autobús, como las comidas, visitas, etc.
La visita comenzaba a las 12 en punto, mientras esperábamos, dimos una vuelta por el hotel y vimos una pequeña galería anexa, en la que había una agencia de Habanatours, un par de tiendas y una casa de cambio llamada CADECA. Las Cadecas son oficinas estatales de cambio de moneda, las hay por todo el país y ofrecen mejor cambio que los hoteles. Nosotros la usamos al día siguiente.
Algunos cubanos por las calles te ofrecen cambio de monedas, pero creo que son más seguras las Cadecas porque aunque ellos son los que fijan el tipo de cambio, al menos los billetes no son falsos.
Por cierto, cuando la noche anterior cambiamos euros en el hotel, preguntamos si tenían pesos cubanos CUP, que salen mejor al cambio, pero nos dijeron que solo cambiaban a pesos cubanos convertibles CUC, la divisa para los turistas. Es muy difícil conseguir legalmente moneda nacional.
En la puerta de la galería había una trabajadora del hotel que nos ofreció de estranji, perfumes, tabaco y de más cosas. No le hicimos mucho caso. También en la puerta del hotel había personas que te ofrecían taxis, visitas guiadas por la ciudad a 10 CUC, vamos, te ofrecían de todo. Pero ya habíamos pagado la excursión que nos costó 19 CUC cada uno.
Primero nos subimos en un microbús de 10 plazas, junto con otras 5 personas para una visita panorámica por todo el Malecón de La Habana, el barrio de Miramar y el barrio del Vedado. Por último la Habana vieja lo haríamos a pie, con la comida incluida.
El famoso malecón, es un paseo con muro de piedra de unos 12 Km , que bordea toda la ciudad y la separa del océano atlántico. Dicen que se parece al de Cádiz, aunque doy fe que este último está más limpio y mejor cuidado. Se construyó en 1906 para salvaguardar la zona costera de los huracanes y tormentas del caribe.
Al principio del malecón vemos la fortaleza y castillo del Morro defendiendo la ciudad por el sur, construida por los españoles en el siglo XVII. Continuamos bordeando el malecón y menos mal que lo recorrimos en bus, porque no tiene ni un solo árbol para dar algo de sombra, a las 12 de la mañana había 32 grados y una humedad increíble. A esa hora no había mucha gente pero al caer la tarde se llena de personas que se acercan a refrescarse con la brisa y disfrutar de las vistas del mar. Los cubanos le llaman “el portal de La Habana ” o “el sofá”, porque siempre hay alguien sentado.
A la orilla izquierda del malecón toda una hilera de construcciones y edificios del siglo XIX, nos muestran la decadencia de La Habana. Casas de colores totalmente abandonadas, algunas de ellas a medio hacer y otras casi en ruinas. Palacios de estilo colonial preciosos, que reflejan el esplendor de otros tiempos. Muy pocas casas se salvan y tienen buen aspecto, según vamos hacia el norte también vemos bloques de pisos grises, que parecen bunquers soviéticos, en los que viven afinados y de prestado miles de cubanos. Vemos el hospital de La Habana , el más grande del pais con 588 camas.
Entre todos ellos, destacan espléndidos los hoteles Nacional, Habana Libre y Meliá Cohiba totalmente restaurados. Un contraste brutal, al que nuestras pupilas aún no se habían acostumbrado.
Al final del Malecón en el norte, está la fortaleza de la Chorrera también construida por los españoles.
Cruzamos el río Almendrales, para llegar al barrio de Miramar, observamos que hay muchos árboles, jardines, parques, las aceras y la calzada están bien cuidadas. Las casas son grandes y suntuosas, la mayoría restauradas. Son de uno ó dos pisos, poseen jardín privado y garaje. La guía nos comenta que Miramar es la zona rica de la ciudad, “aquí viven los poderosos, los que tienen los pesos”, dice. También se ubican aquí la mayoría de las embajadas, edificios gubernamentales, diplomáticos, etc. Nuestras pupilas dicen incrédulas ¿estamos en La Habana ?, pues sí, así es Cuba.
Paramos en un parque para cambiar de guía, ya que la chica no se que problema tenía, que se tuvo que marchar. Apareció nuestro nuevo guía, que durante el día nos contaría como es la vida en Cuba de forma oficial y extraoficial.
En el parque de Miramar vimos un árbol enorme llamado Jaguey, cuyo tronco estaba formado por miles de raíces aéreas, muchos troncos unidos entre sí, desde el suelo hacia arriba que parecían un árbol muy grande. A la sombra de las raíces, el guía nos contó curiosidades de la fauna y flora cubana y nos habló de cómo las casas aunque estén en Miramar, son todas del estado.
Vimos además la iglesia de Santa Rita.
Raices Jaguey |
Continuamos en el bus hacia el barrio del Vedado. Entre las calles 12 y 23, está la única escultura de Fidel Castro en vida, que conmemora los 50 años de la revolución socialista, y la memoria en la invasión de la bahía de Cochinos. En esta zona volvemos a ver edificios mal cuidados, casas con andamios que nunca se repararán, calles más estrechas. Vemos algún mercadillo callejero porque hasta ahora, tiendas no hay. En el vedado están las sedes de algunas empresas, bastantes hoteles, algunos bancos, los habaneros la llaman “la city” de
Nos dirigimos hacia la famosa plaza de la Revolución. Bajamos del bus y caían por lo menos 35 grados, que con esa humedad parecían 43, ¡madre mía que calor hacía!. La plaza es un espacio extraordinariamente grande, sin una sombra. Está rodeada de edificios gubernamentales en cuyas fachadas hay varios murales gigantescos, con las imágenes de las caras del Comandante Ernesto Ché Guevara que reza “Hasta la victoria siempre” y de Camilo Cienfuegos diciendo “Vas bien Fidel”, ambos amigos y oficiales del ejército de Fidel Castro, cuando triunfó la revolución. Al fondo un mástil altísimo con la bandera cubana ondeando y una tribuna donde Fidel daba sus discursos de más de 8 horas. Casi un millón y medio de personas se concentraban aquí para escuchar al “comandante” a pleno sol.
Antes de morir derretidos, nos subimos al bus para dirigirnos hacia la Habana Vieja. Por el camino vemos el estadio de Baseball Latinoamericano. El football americano o “juego de pelota” como lo llaman por aquí, es el deporte nacional cubano. El guía nos cuenta de la influencia que dejaron los estadounidenses durante su gobierno y que hay campeonatos por toda América.
Paramos en una fábrica de ron, llamada bodegas Bocoy, que produce desde 1930. Aquí pudimos conocer la historia del ron en cuba, el proceso de destilación, degustar diferentes tipos de ron como el Legendario, Habana Club, ron Santiago. Por supuesto se podía comprar tanto ron como puros habanos. Nosotros compramos varios puros bastante más baratos que en España y además degustamos un café cubano y un licor de cacao muy rico.
Con unos cuantos grados de alcohol en el cuerpo, seguimos el recorrido hacia la Habana Vieja , ¡menudos baches había en la carretera! Entre saltos el bus aparcó y nos dejaron junto al Capitolio Nacional, para continuar la visita a pie. Este pedazo de edificio es uno de los más bonitos de la ciudad, copia exacta del Capitolio de Washington, refleja el poderío y el esplendor que tuvo La Habana. Construido en 1929, para albergar al senado, es de estilo neoclásico, en general está bien conservado y ahora lo ocupa el Ministerio de ciencia, tecnología y medio ambiente.
A su alrededor hay muchos cubanos ofreciéndote un servicio o buscando una propina, taxis, coches de caballos, enseñarte la ciudad, vendiéndote puros o ron, es su centro neurálgico. Se te acercan y te empiezan a contar su vida y a enrollarse para que contrates algo, son un poco pesados. A nosotros como nos veían con el guía, no nos molestaron demasiado, pero si vas por libre si que te asedian y te piden de todo. El guía nos dijo que los puros que te venden en la calle no son auténticos habanos, están hechos de otras hierbas, que se secan y parecen pura paja, no sé, yo creo que el estado tiene copado el negocio y solo quieren que se los compres a ellos y claro, los turistas picamos.
En toda esta zona hay un contraste enorme entre los edificios más viejos con ropa tendida en esos balcones a punto de desprenderse de la fachada y los que ha restaurado la UNESCO. El casco histórico de la Habana fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1985, gracias a ese dinero, algunas plazas de la Habana Vieja y muchos edificios tienen un buen aspecto y lo cierto es que da gusto pasear por esta zona con tanta historia, pero la mayoría están muy deteriorados y es una pena verlos.
Comenzamos a caminar por las calles estrechas de La Habana Vieja. Vemos mucha gente en la calle, personas sentadas conversando en las puertas de sus casas, músicos callejeros tocando y cantando el son cubano, bastantes niños jugando en la calle. Junto al capitolio aparcados, hay una hilera de automóviles de todas las épocas, marcas y colores, coches de alquiler muy antíguos que desprenden un olor muy fuerte a gasolina por toda la ciudad. Coches de caballos, bicitaxis, cocotaxis, motos viejas, un sin fin de vehículos en un tráfico caótico y pintoresco a la vez.
Continuamos paseando en dirección al centro y en la calle Obispo 557 esquina con Monserrate, nos topamos con uno de los bares más famosos en La Habana, el Floridita. Este local es tan conocido porque durante su estancia en la ciudad, acudía asiduamente el escritor norteamericano Ernest Hemingway. El premio nobel de literatura, se refrescaba el calor, tomando daiquiris, dicen que tantos como 20 al día y es que ¡hace mucho calor en Cuba!. El Floridita es una institución en la ciudad, la cuna del daiquiri.
Entramos a verlo y en el rincón izquierdo de la barra, al fondo, su estatua muestra a un Hemingway tranquilo y relajado, inspirándose para escribir. Los turistas se colocan a su lado y se hacen “la foto”.
Los daiquiris cuestan 4 CUC, impagables para los cubanos, nosotros a esas horas del mediodía preferimos no probarlos, por si nos subían a la cabeza y nos daba por escribir un poema, ja,ja,ja.
Cerca del Floridita está el edificio Bacardí. Es el principal exponente del Art Deco en la ciudad. Perteneció al cubano Emilio Bacardí, como sede de su famosa empresa de rones Bacardí. Fue construido en 1930. Es muy alto y en sus tiempos tuvo que ser muy lujoso, tiene dos pequeñas torres con murciélagos de bronce en lo más alto, actualmente está en restauración.
Pasamos por el museo de la revolución pero no entramos, el guía ya se encargó de soltarnos el rollo manido de la conquista de la revolución de Fidel a partir del 53, con fechas, pelos y señales, a la sombra de unos árboles. Y es que, no éramos conscientes ese día de todas las veces que tuvimos que escuchar, la historia de la revolución Castrista durante el viaje.
Cerca del museo un tanque enorme que se utilizó en la conquista, nos muestra la supremacía del ejército militar en Cuba.
Por el camino, compramos en una tiendecilla, unos refrescos de cola, para refrescarnos el calor. Se llamaba “tukola” de fabricación nacional, porque, cocacola no hay, los cubanos son antiamericano. Luego continuamos hacia la Plaza de la Catedral. El sonido de las maracas nos acercó a esta plaza, que se construyó sobre una antigua zona cenagosa en la que se ubicó a finales del XVI una fuente y el primer acueducto español en América. Los otros tres lados de la plaza lo ocupan casas señoriales de principios del XVIII, la mayoría porticadas, de los marqueses de Arcos, los Marqueses de Aguas Claras, los Condes de Bayona, excepto la que hay frente a la Catedral.
La plaza, de estilo barroco cubano, está restaurada por la UNESCO , el contraste del color azul de puertas y ventanas con la piedra la hace acogedora, con ambiente colonial, con músicos callejeros, terrazas, gente paseando, se respiran en ella aires de futuro, el futuro que algún día llegará a la Habana.
Seguimos callejeando hasta el parque de la plaza de Armas. En el centro la estatua de Juan Manuel de Céspedes, hombre ilustre que comienza a instaurar la independencia. El pequeño parque, es muy bonito, con muchas plantas tropicales y flores de colores que ya se echaban de menos, porque en la Habana en general hay pocas zonas verdes.
Juan Manuel de Cespedes |
En la plaza de Armas, una de las más antíguas y bonitas de la ciudad, se encuentra un mercadillo de libreros donde poder encontrar auténticas joyas literarias. Entre sus edificios más emblemáticos destacan el Palacio de los Capitanes Generales de 1776, el Castillo de
Junto a la plaza de Armas está el Hotel Santa Isabel, un edificio precioso de piedra con soportales. En su interior un patio rodeado de fuentes y plantas transmite su frescura, los arcos de piedra y los balcones azules decoran este lugar. En la azotea esta el restaurante Santobenia, donde íbamos a pararnos a descansar y comer algo. Por la tarde continuaríamos con la ruta.
Patio del Hotel Santa Isabel |
Al subir descubrimos una terraza enorme con unas vistas de la ciudad espectaculares. Se ve toda la bahía, las fortalezas, la plaza de Armas, en contraste con los edificios cercanos al hotel, algunos muy deteriorados, otros en obras. En el restaurante al aire libre, nos sentamos bajo unas sombrillas para comer.
Vistas de la Habana desde azotea hotel Santa Isabel |
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Como siempre había un grupo de cubanos tocando y cantando, fue muy divertido porque cuando les dijimos que Paco era canario, el cantante, un cubano moreno, gordito y con cara de simpático, empezó a decir que tenía descendencia canaria, a llamar a Paco “paquito mi helmano” y a cantar como loco. Para colmo Paco que ya era mas cubano que canario, se acercó a ellos, se puso a bailar y a tocar las maracas y yo temí que se quedara para siempre. Nos echamos unas risas y por supuesto les compramos el CD.
Después del subidón de salsa y para quitarnos el calorazo, pedimos unos mojitos y la comida. El guía comió con nosotros y nos recomendó pedir langosta. Nos pareció buena idea y la probamos. A ver, ¿que puedo decir de las langostas del Caribe si he nacido en el Cantábrico? Que no hay color, las nuestras son infinitamente mejores. Las caribeñas nos resultaron sosas, más secas, les falta jugo. Sin desmerecer debo decir que, al menos eran frescas. Iban acompañadas con arroz y patatas cocidas que aquí se cocinan habitualmente, después otro mojito y a seguir pateando por La Habana.
Nos dirigimos hacia la Plaza de San Francisco, también restaurada, dominada por la iglesia y convento de San Francisco de Asís, construidos a fines del siglo XVI, en estilo barroco. Desde su origen fue de uso comercial. En 1836 se instaló allí la fuente de los Leones. La plaza de San Francisco es la segunda de la ciudad por su antiguedad y aquí residieron los capitanes generales de cuba, entre 1763 y 1794.
La cuarta plaza que vimos fue La Plaza Vieja , aunque podríamos llamarla plaza nueva porque está perfectamente restaurada. El colorido de sus edificios le da un aspecto fresco y juvenil.
De echo originalmente se le llamó Plaza Nueva. Surgió como espacio abierto en 1559, luego de la Plaza de Armas y la de San Francisco, respectivamente. La plaza representó el primer intento planificado de ampliación de la ciudad.
Seguimos andando por la ciudad y nos encontramos una multitud de personas haciendo cola, en la calle Mercaderes 255. Era una panadería-repostería llamada Museo del Chocolate, los cubanos son muy golosos, lo curioso es que nosotros los turistas no tenemos que hacer cola, los cubanos esperan y nosotros nos colamos por el morro. Yo creí que íbamos a salir a palos de allí pero nos dimos cuenta de que no dicen ni muuuu, es un sistema ya instaurado. Lo cierto que, con ese calor no nos apetecía el chocolate, con la sed que da y aunque tenía muy buena pinta, pasamos de comprar.
Un poco más adelante en la calle Empedrado 207, pudimos saciar la sed con unos mojitos. Por fin llegamos al final de nuestra ruta con el guía y como no, al bar más conocido de Cuba y parte del extranjero La Bodeguita del Medio.
Este bar presume de servir los mejores mojitos de La Habana desde 1942 pero he de decir que fue otra decepción para nosotros.
Si que es chulo lo de las firmas de los famosos en sus paredes, la decoración con madera y ver como preparan los mojitos, todos en fila pero es un local muy pequeño, vamos una tasquilla en España, abierto a la calle con un calor bochornoso tremendo, los ventiladores del techo no daban a basto y los mojitos son normalitos, costaban 4 CUC. Tiene más fama que otra cosa, también Hemingway venía por aquí.
La Bodeguita del Medio |
A eso de las 5 y media de la tarde terminamos agotados, abrumados por el calor y las vivencias del día. Nos despedimos del guía que fue muy amable y atento aunque se le entendía mal al hablar pues tenía un acento cubano muy cerrado. A pesar de ello se ganó una buena propina por contarnos a su modo, curiosidades de la Habana y de la vida de los cubanos. Ah y fue el que me cambió los primeros pesos cubanos CUP del viaje.
Decidimos subir a la habitación del hotel que tenía “aire acondicionado” a refrescarnos y descansar un poco.
A las 7 y media, duchaditos, salimos a dar un paseo en dirección al Malecón para ver el ambiente nocturno. Tomamos el Paseo del Prado y ya oscurecía. A medida que nos acercamos al mar se notaba algo de brisa, aunque teníamos 29 o 30 grados. El paseo del Prado es un bulevar arbolado y peatonal, con edificios coloniales, muchos de ellos en restauración, se veía bastante gente paseando como nosotros. Cruzamos y llegamos al Malecón, nos acercamos al muro, y vimos el mar. Incluso vimos la caída del sol, con el faro del castillo del Morro enfrente, es muy bonito y romántico. Después de un largo día de calor ver el azul del mar es un desahogo.
Atardecer en el malecón |
Vimos a muchos chavales bañándose abajo, junto a las rocas. Hace mucho calor a pesar de la brisa, por lo que la gente se refresca. Pero también vimos un montón de basura tirada junto a ellos,
el agua huele fatal a agua estancada. Paco me dijo que no existe acometida y que allí van a parar las aguas residuales. El romanticismo de la puesta de sol se me cayó al suelo. Imaginaros como tiene que ser su vida allí para llegar a bañarse en esas aguas.
Además como ya íbamos solos se nos acercó un chaval para darnos conversación y por supuesto pedirnos un peso, un euro, que le diéramos algo. Le dijimos que no, que por hablar con alguien no dábamos propinas pero no se marchaba, todo el rato nos seguía. Hasta que Paco se paró y le dijo que si no se iba llamábamos a la policía, el chaval se acojonó y se largó. Al final se cumplió lo que nos dijo el guía y tanto leí en los foros de Cuba, en cuanto pueden se ponen a pedirte y te asedian. En realidad seguro solo quería algo de dinero, pero como no estamos acostumbrados en Europa a estas cosas, te imponen algo de respeto. Al final el que tenía miedo era él, porque en Cuba el tema de la policía militar son palabras mayores.
Después de todas estas emociones continuamos caminando un ratito hacia el norte del malecón. Es verdad que había gente sentada en el muro, grupitos de cubanos charlando, familias con chiquillos pasándolo bien, alguno vendía vasos de agua en unos vasitos que iban rellenando, porque los cubanos no conocen otra vida y viven la suya de la mejor forma posible. Pero un olor a agua estancada que se te metía por la nariz hasta lo mas ondo y ellos por supuesto que estarán acostumbrados pero nosotros ya estábamos agobiados, porque todas estas sensaciones y contrastes no salen en las guías.
De vuelta al hotel no veíamos ni torta, el alumbrado público es muy escaso, apenas hay farolas encendidas y claro yo que de noche veo fatal, estaba deseando llegar al hotel, porque de noche todos los gatos son pardos.
La música de nuevo nos atrajo hacia el patio andaluz, tocaba un grupo flamenco con cantaores y sevillanas. Nos sentamos a tomar unos mojitos y cenar algo. Pedimos unas pizzas y disfrutamos del directo de los músicos en un ambiente acogedor, parecía que estábamos en cualquier ciudad de Andalucía. Como habíamos comprado puros, fumamos unos habanos para entender mejor la esencia cubana. Charlamos a cerca de todo lo vivido ese día y comprendimos que nos esperaban unas vacaciones excitantes, llenas de emociones y contrastes nuevos, que deberíamos de asimilar, comprender y saber disfrutar de cada momento.
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