DIA 3. La Habana.
Domingo 24 de julio de 2011.
Despertamos a eso de las 8 y media de la mañana, bajamos a desayunar y cargamos las pilas para afrontar un domingo por la Habana. El día iba a ser caluroso y el cielo era azul y despejado.
Nada más bajar al patio andaluz ya sonaba la música, ¡eso si que te pone las pilas por la mañana!. Dos hombres tocaban la guitarra y una chica cantaba y tocaba las maracas, marcando ritmos cubanos y poniendo un toque de alegría contagiosa. Se acercó a vendernos su CD, pero le dijimos que no y preferimos darle una propinilla. Enseguida entablamos conversación con ella, nos dijo que había estado cantando en España, que tenía varios trabajos y que cantando se ganaba la vida. Lo de visitar España no me lo llegué a creer del todo, pues a lo largo del viaje descubriríamos que todos los cubanos dicen que han viajado a España, llevan a nuestro país en el corazón y seguramente su mayor sueño sea conocerlo, pero del dicho al hecho, hay un trecho.
Grupo tocando y cantando en el Hotel Sevilla |
Esta vez salimos solos, sin guías, sin destino, con ganas de descubrir otra Habana, una ciudad llena de sorpresas. Con el mapa en la mano decidimos caminar sin pensar demasiado hacia donde ir, sin repetir el recorrido del día anterior.
Edificios de la Habana |
Nos dirigimos hacia el parque Central y por la calle Trocadero, contemplamos varios edificios muy bonitos entre ellos el museo de bellas artes. Lo forman dos edificios de gran tradición y riqueza arquitectónica del centro histórico de La Habana, exhiben las más valiosas muestras de artes plásticas en Cuba.
Coches antíguos por el centro de la Habana |
A pesar de ello, si que están los que te piden en la calle. Ese día como ya estábamos solos, se nos acercaron varias personas a pedirnos dinero, sin más, les dijimos que no y seguimos nuestro paseo. Si te paras a conversar con ellos te siguen por todas partes, es mejor ignorarlos aunque a veces no sabes si piden por pura necesidad o son pícaros que te quieren timar, es un lío. Leí en alguna parte que si quieres conversar y conocer costumbres cubanas es mejor preguntarle a la gente más anciana, que está tranquilamente sentada en la puerta de su casa o en un parque, de los jóvenes que te paran por la calle mejor no fiarse.
Parque Central |
Enseguida llegamos al parque Central. Entre las calles de Prado, Zulueta, Neptuno y San José, se encuentra este gran parque, rodeado de edificios de principios del siglo XIX, muy bonitos y bien conservados. Entre ellos los hoteles Plaza, Inglaterra y el Hotel Parque Central que visitaríamos por la tarde. En el centro está la estatua de José Martí, el héroe nacional.
Nos encantó este parque que estaba rodeado por mucha vegetación, palmeras reales que son el árbol nacional, plantas tropicales y jardines. Había bastantes cubanos y turistas paseando, algunos sentados en los bancos de piedra, otros charlando, es un buen lugar para relajarse y huir del ruido del tráfico.
Parque Centra Hotel Inglaterra |
Alrededores del parque Central |
Junto al parque tuvimos una grata conversación con un señor cubano de unos 65 años, que ofrecía junto a su hijo, paseos en un coche de caballos. Mirábamos el mapa para orientarnos, le vimos junto a un caballo esquelético y le preguntamos por una dirección. El hombre de color, con camisa de cuadros, pantalón de pinzas y sombrero, parecía sacado de una película cubana de los años 50. Con amabilidad, nos indicó el camino y nos dijo que nos llevaba por unos pesos en su carroza. Le dijimos que no era necesario y sin darnos cuenta charlábamos con él de la vida en Cuba. Hernesto que así se llamaba, era campesino, vivía en las afueras y todas las mañanas se desplazaba al centro de la Habana para sacarse unos pesos con los paseos a caballo y así ayudaba a sus hijos y nietos que vivían con él.
Nos contó con una sonrisa, un lenguaje claro y un deje de melancolía, que estaba contento con el régimen de Fidel, que en su juventud, durante el gobierno de Batista, trabajaban muchas horas, había muchos abusos de las autoridades, la policía les pegaba por nada, decía que ahora si te portabas bien, nadie se metía con tigo, que al menos ahora había escuelas. Le preguntamos por la regulación del transporte, si el carro era suyo, él nos dijo que sí, mostrándonos su carnet legal de conductor.
Nos preguntó de donde éramos, se interesó por la vida en España y nos dio su tarjeta por si le necesitábamos durante nuestras vacaciones.
Mientras hablábamos con él, justo enfrente, oímos un petardazo y olíamos un humo negro que salía del motor de un coche. Hernesto nos dijo que eso era corriente, que los autos eran muy viejos y se quemaban de vez en cuando. Lo que yo no entiendo es como aún funcionan, algunos tienen más de 60 años.
Solamente por mantener una conversación con un cubano, merece la pena venir hasta aquí. Son personas agradables, alegres y encantadoras que te dan su punto de vista de las cosas según la realidad que han vivido.
Por supuesto el otro lado de la moneda, nos preguntaba si hablábamos español, para acercarse y pedirnos algo.
Nos alejamos de las inmediaciones del parque en dirección a la calle Obispo. Esta calle peatonal y estrecha, es una de las más populares de la Habana por su elegancia. Está muy bien restaurada, repleta de personas sobre todo turistas, dispuestas a comprar, si he dicho comprar. Porque aquí por fin, vimos comercios, tiendas, boutiques que hasta ahora brillaban por su ausencia. En general en Cuba, hay muy poco comercio, las de esta calle abrieron alrededor de los años 90 y por eso la hacen tan especial.
Las tiendas se suceden una tras otra, con numerosas boutiques de lujo, pequeños mercados, comercios estatales, galerías de arte, hoteles, restaurantes, así como puestos de venta de comidas y artesanías. Justamente en un mercadillo nos paramos a mirar y compramos varios collares y pulseras para regalar. También compramos en una tienda unos refrescos de Tukola para aplacar la sed y el calor.
Calle Obispo |
Entre los edificios destaca por su belleza y altura, al que acoge hoy al Ministerio de Finanzas y Precios justo en la esquina con la calle Cuba. Este fue el centro de un antiguo triángulo bancario que surgió en esta zona a principios del pasado siglo; la que fuera conocida, incluso, como el Wall Street habanero, por la presencia de grandes bancos que ocuparon aquí lujosas sedes.
En ella también está el edificio del hotel Ambos Mundos, este acogería durante los años 30 a nuestro amigo Ernest Hemingway, quien se paseaba por aquí en dirección al bar El Floridita, que se encuentra en esta misma calle.
Otro de los edificios coloniales de esta calle, es el Palacio de los Capitanes Generales donde se encuentra, en la fachada lateral que da a Obispo, una placa en recuerdo a la estancia en este lugar del libertador italiano Giuseppe Garibaldi.
Blasones en el palacio de los capitanes Generales |
Plaza de Armas |
La calle Obispo finaliza en la plaza de Armas.En la calle Aguilar esquina con la calle Obrapia está la iglesia de San Felipe Neri. Este edificio se construyo en 1863 como iglesia del convento del mismo nombre, ocupándola los capuchinos. Fue rehabilitada y reinaugurada en febrero de 2004, para albergar conciertos líricos y operísticos.
Iglesia de San Felipe Neri |
Una vez allí, decidimos callejear por las calles paralelas y perpendiculares a Obispo, en busca de aceras menos transitadas de turistas, donde poder encontrar una Habana más auténtica.
Y vaya si encontramos la auténtica Habana. Otra vez, la de las casas totalmente deterioradas, la calzada de tierra, piedras y baches, siempre llena de charcos de agua maloliente. En algún lugar leí, que la gente caminaba por el centro de algunas calles, por si algo les caía de los tejados o de las fachadas y no me lo creía, pero cuando giramos a la calle Obrapia, inmediatamente vi esos balcones a punto de desprenderse y me aposté por el medio de la calle por si acaso.
Estas calles son un mundo aparte a tan solo 5 minutos de Obispo. Por supuesto no hay turistas, casi no había nadie, algunos lugareños sentados al pie de sus casas, un grupo de niños descalzos jugando, varios hombres reparando un viejo camión que se negaba a arrancar en un garaje medio en ruimas; para mí fue deprimente esa realidad. Recorrimos todo lo largo de la calle y un par de ellas más, con un calor de mil demonios y el alma en los pies.
Calle Obrapia |
Calle Obrapia |
Estábamos abrumados por tantas emociones, agobiados por ese calor húmedo insoportable, con una sed tremenda y empezábamos a tener hambre. Decidimos buscar un lugar para comer.
Cerca de allí, en la calle O'Reilly 506, entre Bernaza y Villegas, había un “paladar” llamado La Julia, que nos habían recomendado. ¡Madre mía las vueltas que tuvimos que dar hasta encontrarlo! Preguntamos a un anciano que estaba sentado al pie de un portal y nos acompañó hasta la puerta, ganándose la propinilla de rigor.
Un “paladar” es una especie de casa de comidas regentada por un particular, autorizada por el Estado, que ofrece comida tradicional cubana.
En una callecita estrecha estaba La Julia, en una casa sencilla, pequeña, con 4 mesas con mantel de cuadros rojos, atendida por un cubano amable. El ambiente fue agradable y familiar, decorado con figuritas de santos de porcelana, un mural de colores, flores de plástico y platos en las paredes. La comida criolla es su especialidad.
Comedor del paladar la Julia |
Había mesa y nos sentamos cansados, deseando refrescarnos pero el ventilador eléctrico no daba abasto. Pedimos las bebidas y observamos que el camarero le dijo algo a un chaval joven que estaba en la entrada, se marchó y al momento vino con varias latas de bebidas frías de algún lugar. Dedujimos que no le quedaban o que no tenía nevera. Pedimos la comida, pollo guisado con papas, camarones, arroz con frijoles (arroz con gris) y una ensalada casera. En general estaba todo bastante bueno, casero, los platos muy abundantes, pedimos otra ronda de bebidas y de postre “plátanos”. De nuevo envió a buscarlos al chico de los recados, que regresó con el manojo de plátanos de no se sabe donde. La conclusión es que no almacenan nada, quizá por tener poco espacio o pocas máquinas refrigeradoras, lo cierto es que el local era muy, muy sencillo, como anécdota diré que al ir al baño la cisterna no funcionaba, en su lugar había un cubo que tú tenías que llenar para desaguar la taza. En Madrid sería muy cutre pero allí era lo normal en esa zona. Fue toda una experiencia, por cierto no fue barato, pagamos 30 CUC.
Salimos del paladar más relajados y nos acercamos de nuevo al parque Central para entrar en el hotel del mismo nombre, pues nos habían dicho que desde su terraza había buenas vistas. El edificio del hotel es precioso y lo mejor es que en su hall tienen aire acondicionado, al entrar sentimos el fresquito tan deseado y pensamos ¿por qué no nos habíamos alojado aquí? Bueno para la próxima vez.
El lobby del hotel Parque Central era increíble, suelos de gres relucientes, estatuas, plantas tropicales y hasta una fuente, tenía una escalera central de mármol preciosa. Subimos en el ascensor hasta el piso 9. La azotea con piscina ocupaba toda la planta y en verdad las vistas fueron maravillosas. Se veía todo el parque y la ciudad.
Vistas de la Habana desde el hotel Parque Central |
Vistas de la Habana |
Allí en las alturas observamos como el lujo se mezclaba con la pobreza formando el abanico de colores que es La Habana.
Ya eran las 4 de la tarde, decidimos volver a nuestro hotel para darnos un bañito en su piscina, como hacía tanto calor pensamos en probar la experiencia de subirnos en una bici taxi y así llegaríamos antes. Montamos en una bici vieja con tres ruedas, con una capota y unos espejos retrovisores caseros pegados al manillar. Su conductor un chico joven, pedaleaba sin descanso y nos decía que lo mejor era irse a la playa a disfrutar del domingo. Nos dijo que estaba ahorrando para ponerle unos cambios a la bici. Enseguida llegamos, cobró 3 CUC pero le dimos 5.
Piscina del hotel Sevilla |
El agua estaba estupenda, nos bañamos y tomamos unos mojitos tumbados en las amacas como dos marqueses. Disfrutamos relajados un par de horas y como quedaba bastante tarde por delante, decidimos visitar el barrio del Vedado.
A eso de las 6 de la tarde, subimos a un taxi en la puerta del hotel, por 5 CUC nos acercó en un momento al Vedado, paramos en la calle 23 junto al hotel Habana Libre y la heladería Copelia.
La calle 23 es una de las arterias principales de la ciudad, desemboca en el Malecón, en ella se encuentran desde la sede de varios ministerios como el de Salud Pública o el de Trabajo, hasta la famosa heladería Coppélia, a la que los habaneros llaman 'La catedral del helado', pasando por los exclusivos hoteles, clubes y discotecas. Esta zona es punto de encuentro de los jóvenes durante el fin de semana.
Primero entramos a ver el Lobby del hotel Habana Libre, este hotel es un emblema en la ciudad, por hospedar a grandes personajes históricos. Fue inaugurado en 1958 durante el gobierno de Fulgencio Batista y en aquellos años era el hotel más alto y más lujoso de América Latina. Cuando venció Fidel Castro, se hospedó en el hotel, hoy en día se ha reformado y lo ofertan muchas agencias de viajes.
Hotel Habana Libre |
El vestíbulo del hotel es muy amplio y luminoso, con decoración moderna, tenía un mural muy bonito y una maqueta a escala del recinto del hotel. En el exterior se ve su altísima fachada con una enorme bandera de cuba en el centro.
Maqueta del Habana Libre
Cruzamos en frente y en la esquina de la 23 con la calle L, está una de las heladerías más famosas de Cuba, la heladería Coppelia. Es tan conocida por salir en las escenas de la película Fresa y Chocolate, que por cierto, aún no he visto. En los alrededores de este gran parque, cientos de cubanos y no exagero, cientos, hacen cola en el enorme recinto que ocupa esta heladería. Nos acercamos alucinados de la pedazo de cola que hacían tantas personas para tomar un helado, imaginamos que debería estar buenísimo. Pero lo más alucinante de todo, es ver como un policía se dedicaba a controlar y vigilar las diferentes colas que se formaban y evitar que nadie se colase. Sabíamos que los turistas no hacen cola en Cuba, entramos por el morro al recinto central, super moderno, a pedir ese heladito tan deseado. Para pagar es necesario tener pesos cubanos CUP, si, si, habéis leído bien, solo cobran en moneda nacional, por eso hay tanta gente en este lugar, es muy barato y un entretenimiento de fin de semana. Con sentimiento de culpabilidad por colarnos, nos sentamos en unos asientos apostados en una barra larguísima a tomarlo, ofrecen un único sabor cada día, nos tocó de fresa con galleta molida por encima. Los helados costaron 5 CUP cada uno, lo sirvieron en un plato y el sabor nos pareció normalito, se dejaba comer.
Calle del vedado, cola de Coppelia |
Cola en la Heladería Coppelia |
Al salir, los habaneros seguían esperando su turno, nosotros dimos una vuelta por el parque, vimos una inscripción en honor a la cantante cubana Celia Cruz.
Cocotaxis en Vedado |
Vehículos y ambiente en Vedado |
Continuamos paseando por las calles del Vedado en dirección al malecón. Vedado es una zona más moderna y mejor cuidada que La Habana Vieja, los edificios en general son muy altos y feos, parecen bunquers soviéticos, por supuesto algunos en muy mal estado y otros rehabilitados. Las calles y avenidas son mucho más amplias que en Centro Habana. Aquí hay sedes de bancos, hoteles, sedes de organismos oficiales, le llaman el barrio metropolitano, es como pasear por un Madrid muy viejo. Vimos muchos chavales jugando en la calle, improvisados partidos de baseball
Ya atardecía, junto al mar y cerca del hotel Nacional, celebraban alguna festividad, había carpas y casetas con comida y bebida. Multitud de cubanos disfrutaban del buen tiempo, charlando y escuchando música al aire libre.
Feria en el Vedado, hotel Nacional al fondo |
Feria junto al Malecon en Vedado |
Nos acercamos para ver el ambientillo y tomarnos un refresco. Probamos una bebida del lugar llamada MALTA, tenía un sabor muy extraño, era como cebada un poco dulce con espuma y no nos gustó demasiado.
Probando la Malta |
Ya que estábamos tan cerca del hotel Nacional, decidimos subir la colina y visitarlo. Desde su altura se veían unas vistas magníficas de la feria, el malecón y el océano atlántico al fondo.
Vistas desde el hotel Nacional |
El hotel Nacional de Cuba es uno de los más emblemáticos y con más historia del país. Se construyó en 1930, se ubica en un gran recinto ajardinado, alberga un edificio espectacular, bien conservado enfrente del malecón. La decoración era antígua, con madera y mármol, parecía que estabas en otra época. Cuando llegamos había un espectáculo de bailarines y una banda de música amenizaba la velada a los turistas. Pero lo mejor que tiene es una terraza al aire libre al borde del mar. Nos sentamos a tomar unos mojitos y a disfrutar del fresquito, desde esa altura contemplamos el anochecer sobre el mar.
Ya era de noche cuando regresamos en taxi a nuestro hotel para cenar algo y acostarnos. Al llegar al Sevilla, una banda de Jazz tocaba en el patio, allí mismo pedimos unas pizzas y unos mojitos y nos relajamos disfrutando de la música. Esa era la última noche que pasaríamos en La Habana.
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